Una bolsa repleta de agua tibia mezclada con mis orines y su bilis. Voces lejanas, llantos, a veces algunos gritos. Oscuridad, poco a poco mis dedos formándose, mis pies moviéndose. Mi piel era brillante y delgada, ellos querían un varón, pero mi tubérculo se negó a convertirse en pene.
Muchas veces trate de escapar de ese lugar tan angosto, y un líquido rojo salía espesamente por la única ventana de luz, grite, grite muchas veces maldita sea, pero nadie me escucho. No quería estar allí, pero a nadie le importo jamás. Golpee muy fuerte con mis nuevas manos cada pared a mi alrededor, pero estaba irremediablemente atrapada…
Esa tarde fue agitada, mi cuerpo me dolía terriblemente, no había lugar para moverse allí, escuche a lo lejos un grito que me estremeció, y yo también me estremecí, el agua estaba desapareciendo y comencé a asfixiarme, tenía miedo, si, tenía mucho miedo y estaba sola. Jamás había sentido tanto dolor, una fuerza desconocida empujaba mi cuerpo, me aplastaban, mi estómago, mis piernas, mis brazos…
Después de un gemido animal mi cabeza salió de ese hoyo repugnante, mi cara estaba llena de mierda, sangre, y grasa. Sacaron mi cuerpo entero, tenía frío, pánico, asco…. Nada salía de mi boca, era mi propio grito de angustia por nacer, pero ellos querían oírlo, me metieron una mierda en la nariz para hacerme respirar, y un hijo de puta me colgó tomándome de los tobillos y me golpeo para hacerme llorar.
-¿Qué puta tortura es esta? Gritaba, con los ojos desorbitados mientras todos sonreían, cortaron con unas tijeras lo único que me unía aun con aquella mujer que estaba acostada con las piernas abiertas y los ojos cerrados. Me pesaron y midieron, como si fuera una res.- Es una niña y está sana. -
-¿Sana? Todo esto es insano… demente… pensé.
Y pase los años, los pase tratando de olvidar este. Sin perdonarme por haber nacido, sin perdonarme por haber permitido que la mierda y los fluidos envolvieran mi piel desnuda, sin perdonarme la angustia ni la desesperación de ese primer respiro, sin perdonarme el odio que sentí por esa mujer que ahora es más un perro herido que otra cosa.
Y deje que pasaran usando una máscara que me impedía demostrar la pesadumbre de mi nacimiento. Me oculte un tiempo, para no volverme loca, para disimular mi inhabilidad por los sentimientos, emociones, por las experiencias.
Y los deje pasar, entre serotonina, dopamina, chocolate, café, cigarro y helados. Dopando mi cerebro para evitar mi aflicción. Me hice adicta al estrés y a la depresión porque mi cuerpo necesitaba más, y más… Solo por no afrontar lo que quería sentir, ni decir por cobarde…
Pero hoy es diferente:
Odie que me engendraran, que no me dejaran morir cada vez que lo intente, que me vistieran de azul cuando me gustaba el rosa, que odiaba esos vestidos y peinados de mierda.
Odie que me avergonzaran durante tanto tiempo, que jamás fueras al festival del día del padre por tu trabajo, tus ausencias, tu falta de comunicación. Odie que te murieras y que jamás me dijeras que el mundo era una mierda, no la burbuja en la que me hiciste vivir.
Y a ti, te odie por todo desde el principio, tu sangre, tu hipocresía, tu “amor”, tus golpes, humillaciones, traumas, heridas…
Odie cada puta palabra que salió por tu boca dirigida a mí, tus celos, tus presiones, pretensiones, tus pinches modelos a seguir, tu falta de todo, tus gustos vulgares, tu odio por ti misma y por los demás.
Me enfermaba tu olor a caldo de pollo, siempre me dio nauseas.
Tú forma de hablar, de caminar, de dirigirte al mundo. Odie cada vez que intentaste convertirme en ti y casi lo logras, deteste tu vanidad de pordiosera, tu pinche necesidad de ser vista, tus mentiras y tus míseros ideales.
Te odie cada vez que me empujaste al vacío y después me tendiste la mano para que todos vieran lo “buena” que eras. Tu puta necesidad de ser admirada cuando sabias la basura que llevabas dentro.
Y me odie, por odiarte. Por creerme loca, por creer que te necesitaba, por tener esa relación tan enferma contigo. Me odie por no ser lo que tú querías, por no tener tu favoritismo, por no ser tu orgullo…
Me odie por odiar a mi familia, me odie por odiar todo lo que podía ser odiado…
Quizá, durante todo ese tiempo no odie a nadie más que a mí misma pues, no podía perdonarme el haber nacido…
Y hoy, a las 4:04 am dopándome con un cigarro, y ya perdonada, comienzo a morir mi propia muerte.
Gracias Netza...TAM
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