No puedo detener el temblor de mis manos, lo tuve al llegar, al quedarme, al caminar esas cuadras y ahora, al sentarme a intentar escribir.
Tuve que acompañarle, ninguna de las dos encontramos otra opción. Así que apague el cigarro, me calce los zapatos, me puse desodorante y cargue el costal repleto de flores. Caminamos varias cuadras bajo el sol, hablando de todo, pero mi mente solo pensaba en escapar y regresar lo más rápido posible a casa.
Nos equivocamos de casa, yo seguía repasando el plan de fuga en lo que le daban las indicaciones correctas. Volví a tomar entre mis brazos las flores, tocó la puerta y saludo. La invitaron a pasar con una sonrisa en la cara, a mí también…pero sin la sonrisa. (Siempre olvido eso de la primera impresión y con mis tatuajes no es cosa fácil)
Muchos fueron amables, otros intentaron serlo y unos más ni se tomaron la molestia. ¡Siéntate niña! Me volví a sentir una adolescente carajo. Sentía las miradas inquisidoras en mis brazos y cuello. ¿Quieres comer? – No gracias (Solo quiero largarme).
Me dieron un plato con chicharrón y jamón picado (¡Soy vegetariana!) y un vaso de plástico con Clericot. Baje el plato a mis piernas y note como mis manos empezaron a temblar incontrolablemente. Me quiero ir, me quiero ir… Fui lo más rápida posible. Ya me voy, muchas gracias. ¿Por qué? Pregunto la que me parecía más odiosa. “Porque no avise” ¿Te pegan? Odiosa y estúpida dije en mi interior. “Porque odio sociabilizar con gente imbécil” No, no lo dije, pero también lo pensé.
Gracias y Provecho. ¿No te quedas a comer? No de verdad, muy amables, diviértanse…
Salí y tome una bocanada gigantesca de aire, hace mucho que la calle no me daba esa clase de tranquilidad. Camine las mismas cuadras de regreso y mis manos no dejaron de temblar.
¿Qué me pasa? Nada importante, solo deje de ser un animal sociable. Fue una sensación extraña, jamás me había pasado algo similar, antes buscaba a la gente, me metía en el metro a la hora pico para estar acompañada, me gustaba ir al zócalo los sábados y sentarme junto a la Bandera para ser “parte de“ ¿Parte de qué? De la mierda que fuera, lo que fuese con tal de no estar sola.
No tengo dudas de lo extrañas que son las transiciones profundas, del impacto físico y emocional de los cambios, de que mis manos son el reflejo de la contradicción del Universo Mecánico y Lineal.
Estoy en casa,SOLA, con el cigarro en la mano que poco a poco comienza a tranquilizarse. La sociopatìa no me parece un asunto patológico, sino la lucidez, la conciencia plena de la importancia de estar con uno mismo y para uno mismo.
Pero no niego que esto me resulto fascinantemente extraño, mi año de aislamiento tuvo un efecto inesperado
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