El arte rebasa la utopía desde que es concebido, puesto que el
arte ha hecho que todo sea POSIBLE. Que todas las realidades, por demás
distintas unas de otras sean tangibles, como los reflejos de agua en un Monet,
como la armonía en cualquier sinfonía de Beethoven, los versos de Shakespeare o
la fuerte visión en las películas de Kieślowski.
Para el arte nada es imposible, aún el que es estéril y aferrado a la
moral, en su profundidad sigue siendo arte.
Cada cabeza es un mundo, dice el dicho popular, la cabeza de un
artista equivale a mil mundos distintos: cada brochazo, cada palabra, cada
nota, cada proyección de su propia realidad plasmada en la realidad de los
demás hace del arte algo supra-utópico. -Más allá del bien y el mal- diría
Nietzsche.
La utopía puede ser una negación automática, la negación de lo
imposible. Pero el genio artístico, es impredecible y caótico; como el universo
mismo para el que no hay límites, ni pasos a seguir, ni instantes lineales. El
universo es cíclico, como el arte y al ser una manifestación personal de
nosotros mismos-minúsculos fragmentos del universo- simple y sencillamente fluimos
en la espiral junto a él.
Como bien dijo García Calvo, tristemente en la actualidad es más
importante el nombre, la firma del artista que la obra de arte; y no nos
percatamos de que el nombre es inmóvil, sustancia amarrada a la mortalidad, a
su tiempo y a su espacio, mas su obra no lo es, puede moverse, desdibujarse,
ser atemporal. El arte puede ser entendido –sin entenderse- de millones de
maneras distintas según las generaciones, según la problemática social, según el
instinto, el punto de vista individual de cada ser que la tenga en frente.
Esa es la magia de arte: La confusión. El hueco en el estómago que
sintió Miguel Ángel mientras pintaba la
Capilla Sixtina, la tristeza inexplicable de Chopin mientras estructuraba los
tonos de Nocturno, el gas en los pulmones de Sylvia Plath después de escribir
sus últimas palabras…
El arte ha sido concebido por medio de la intuición, dado a luz
por miles de vientres de realidad distintos, eso lo sitúa más allá de cualquier
utopía.
Es hijo del desconcierto, nace, crece, se convierte en un
no-poema, en una no-canción, en una no- pintura, cambia mil veces de forma
hasta ser la no-forma en ciclos completos de luz y oscuridad, muerte y vida.
El arte no se ata con categorías, o procedimientos, aun cuando en
las academias se empeñen en decir que sí.
La historia del arte es enigmática, nadie sabe donde nace, como,
con quien. No se le puede seguir la huella como a la agricultura o el
automóvil, el arte es libre, simplemente desemboca en el alma- ya sea como mar
embravecido o como gotas de lluvia en octubre- el final es el mismo: Refrescar
el espíritu.
El arte no es una afirmación, por ende es imposible negarle las
posibilidades. ¿Quién podría negar lo nunca afirmado?
Paola
Klug
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